
En un poema publicado recientemente, un hombre asalariado y estresado captura su confortante atracción al baño en un estilo haiku : "La única calidez en mi vida es el asiento del retrete".
Pero los lavabos aquí pueden hacer mucho más que mantener el calor. Hay uno que hasta envía pequeñas descargas eléctricas al usuario del inodoro para revisar su proporción de grasa en el cuerpo.
El maestro de las comodidades modernas es la empresa Panasonic.
La tapa sube automáticamente a medida que me acerco. Si me pongo delante de uno, adivina cuál es mi sexo y levanta el asiento.
También hay un váter que se ilumina en la oscuridad y otro más allá que tiene altavoces incorporados.
Con unas manos de manicura, la chica maniobra el panel de control que está junto al asiento y una música clásica se empieza a escuchar.
Si bien es una música placentera, prefiero el efecto de sonido campestre que da la impresión de que uno está sentado en un trono de plástico blanco rodeado de cantos de pájaro en una pradera primaveral.
El dispositivo puede costar unos US$3.000, instalación incluida. Pero no es fácil de venderlo fuera de Japón, pues los baños en otros países rara vez están equipados con la mezcla correcta de plomería sofisticada y electrónica.
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